Érase una
vez una bonita ciudad, donde sus habitantes vivían atemorizados por culpa de un
virus que asustaba a todos y causaba grandes daños a la población.
Para que el
virus no llegase hasta allí, los habitantes de la Zaragoza decidieron quedarse
en casa hasta que el virus desapareciese; y así todos los ciudadanos se
organizaron para salir únicamente a la calle para comprar y hacer sus
obligaciones.
Un día, un
pequeño niño zaragozano vio pasar desde su ventana al odioso personaje: ¡el
Coronavirus había entrado en la ciudad!
El niño
avisó a sus papás, y éstos a todos los demás habitantes a través de sus redes
sociales. Ahora nadie debía de correr el peligro de salir de casa. Todos, niños
y mayores, eran conscientes de que formaban parte de la ciudad y debían de
seguir las normas pactadas por la seguridad de todos.
El
Coronavirus recorría las calles esperando encontrarse con cualquiera para
atraparlo.
De pronto,
una niña vio desde el balcón de su casa a un joven caballero con armadura,
montado en un precioso caballo blanco. Al verlo, la niña le advirtió de los
peligros que podía sufrir estando en la calle, pero el valiente caballero se
negó a abandonar a todos los zaragozanos a su suerte y dijo que había llegado
para salvarlos.

De la
sangre que derramó el virus nació este cuento que jamás olvidaron.
De esta
forma, los niños y niñas zaragonos ayudaron a sus vecinos y a San Jorge a
vencer al Coronavirus.
Moraleja: Hoy San
Jorge son todos los médicos, enfermeros y personas que día a día luchan por
ayudarnos a todos en la lucha contra este virus, así como todos vosotros por
encerraos en casa cada día esperando que todo acabe y volvamos a disfrutar de
las calles y del calor humano.
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